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dimecres, 10 d’agost del 2011

Periodisme: les idees i els diners


Periodistes de dretes, periodistes d’esquerres... De vegades, remenant premsa antiga, trobes algunes perles. Aquest article, escrit per Eduardo Carballo Morales el 1926, conté alguns elements d’actualitat. Potser si l’hagués escrit avui, Carballo el podria haver titolat “l’Ideal i els diners”. Ell, queda clar en el text, era de dretes.
--Empiezo a estar cansado. ¡Luchar, luchar eternamente, sin esperanza próxima,… ni lejana, de un cambio de suerte. El periodista que se entrega al ideal de la izquierda está perdido. Tiene que acostumbrar el estómago a confundir todas las peores bazofias con la comida más mediana. Tiene que acostumbrar el cuerpo a no tiritar de frío, lujo que sólo se puede permitir el vil burgués. Tiene que resignarse al infinito dolor de la amada mal vestida.
¡Pobre periodista de izquierda! No quiere traicionar el Ideal y muere despedaxzado por esa misma fidelidad. Hay que ser un poco héroe, un poro mártir, para ser periodista de izquierda.
Está en el café un periodista de la derecha. Es un hombre de más de treinta años, optimista, elegante, vanidoso. Al ver al periodista de izquierda, se dirige hacia él y le saluda con alborozo.
--¡Hola, chico! ¡Qué cara tan melancólica tienes!
--Ningún hombre que piense puede reflejar alegría en su semblante. El pensar es la peor de las enfermedades.
--Tienes razón. Por eso yo evito cuanto puedo ese trabajo… ¡Y qué pensabás, di?
--Te lo voy a decir, porque al fin y al cabo, aunque nos separe en ideas un abismo, tú y yo hemos sido siempre buenos amigos. Pensaba en el porvenir, mejor dicho, en el porvenir de todos nosotros, los periodistas de izquierda, No veo ni una nube de color rosa, chico.
--Porque quieres.
--Es verdad, porque quiero.
--No comprendo vuestro calvario, te lo juro. Os piden mucho y en cambio no os dan nada, o casi nada. Os obligan a tener honradez, consecuencia política, abnegación y tenacidad. Tenéis que arrastrar los peligros del Código, que siempre está amenazando vuestra libertad. En un momento determinado estáis obligados a ser héroes. Y, ¿a cambio de todo eso, qué? Un sueldo mísero, vergonzoso -¡treinta, cuarenta duros, cuando no os dan veinte!- y ninguna ventaja para el porvenir. Ni retiro cuando llegáis a viejos, ni seguro en caso de enfermedad o de inutilidad. Nada. Tenéis que servir a los prohombres del partido con abnegación y lealtad acrisoladas. Si un día os véis apurados –la hija enferma, la mujer que no ha cenado, el casero que amenaza con el deshaucio- alguno, no todos, de esos prohombres os dará veinte duros, lo que os une a él por un eterno agradecimiento. ¡Veinte duros, que no duran tres días, que no se ven, en estos tiempos de angustias y de carestía de la vida!
En cambio, nosotros, los periodistas de la derecha, no estamos muy bien, es cierto, pero ninguno de los nuestros cambiaría por el mejor de vosotros. Más dinero, más atenciones, más “sinecuras”, ¿entiendes? Es otro mundo más amplio –parece mentira, ¿verdad?- en donde es más fácil desenvolverse. En lugar de defender el ideal, defendemos el dinero. Y créete, nos damos mejor vida y nos ahorramos muchísimos disgustos. El dinero agradece más los favores que el Ideal.
--¿Cómo hablas ahora? Y eso que tú estuviste conmigo al servicio de ese Ideal que ahora desprecias.
--¡Claro! Casi todos los periodistas de la derecha hemos estado antes en la izquierda. Pero nos convencimos de que si no queríamos perecer, teníamos que matar el Ideal. Y como no somos tontos, lo matamos. ¿Te figuras, amigo mío, que cada día nace Nakens en el mundo?
El periodista de la derecha contempla fijamente al periodista de la izquierda, que aparece caído, roto. De pronto, una idea ilumina su rostro.
--Oye. Tú estás convencido de lo que digo. Además, no lo niegues, te miran mal. No te agradecen lo que escribes ni los sacrificios que haces. ¿Por qué no rectificas tu error? Vente con nosotros. En mi periódico hay una plaza vacante, estarás muy bien. Tú eres un chico inteligente y estudioso. Vales mucho. Llegarás muy pronto. Da lástima de ver que estás regalando frutos deliciosos a gentes que no saben catarlo. Ven a mi peródico. Mejorarás el presente y asegurarás el porvenir. Pero, eso sí: tendrás que alejar el Ideal, el inútil Ideal.
--¡Eso no! Jamás, amigo mío. Prefiero vivir muriendo.
--Pero, ¿ya sabes, infeliz, lo que te espera si continúas en la izquierda?
--Lo sé, algo horrible, espantoso. La cárcel, la emigración, el hspital, la tisis. ¡Bueno! Es igual. Una sola satisfacción compensa de todas las amarguras. Tú me llamas infeliz, porque no sé dar gusto a mi cuerpo. Yo te llamo infeliz, porque no sabes dar gusto a tu alma.
El periodista de la derecha se levanta y mira al periodista de la izquierda como diciendo ¡no tiene remedio! El periodista de la izquierda se queda recostado en el rincón amable del café, con los ojos fijos en el infinito. Diríase, al verle sonreír, que está contemplando el Ideal, la ironía de todos los rebeldes, de todos los inadaptados.