diumenge, 22 de maig del 2011

Los interrogantes crecen

Publicado en El Periódico el 21 de mayo de 2011

Sigue el buen rollo en la plaza Catalunya. Surge una necesidad, ya puede ser barrer el suelo, colocar un toldo o ir a descargar el material que unos ciudadanos anónimos acaban de traer, y enseguida se levantan varias manos para realizar ipso facto la tarea. Pero en vigilia de las elecciones y con una asistencia a la asamblea diaria que este sábado por primer día ha comenzado a bajar, los interrogantes sobre su continuidad surgen de forma inevitable.
Entre los indignados hay un importante colectivo integrado por soñadores. Son conscientes de que están viviendo un sueño y quieren alargarlo tanto como puedan. En lo más profundo de su sueño, incluso quieren creer que su sueño se puede hacer realidad. Ahí están, señalan sin dudar, los ejemplos de Túnez y El Cairo.
Luego están los irreductibles. Su número resulta imposible de cuantificar. Desde luego, no son precisamente pocos. Y como suele suceder en las asambleas, sus postulados son los que acaban triunfando.
La asamblea de hoy ha comenzado a las seis de la tarde, cuatro horas y media antes de lo que era costumbre. Cuestión de horarios. Las anteriores comenzaron a las diez y media y terminaron ya entrada la madrugada. Los indignados también necesitan descansar.
Mientras en la plaza se habla sobre temas logísticos, Jordi, de 36 años y proyectista mecánico de profesión, cuelga en una farola próxima un cartel que informa que la reunión se puede seguir en directo en el 91,4 de la FM. “¿Quién ha dicho que la acampada se acaba el día 22? A los políticos sí que se les acaba el chollo. Nosotros… bueno no puedo decir nosotros porque solo expreso mi opinión. Yo creo que seguiremos de forma indefinida. El lunes, el martes… Lo decidirá la asamblea. Nos da igual qué día se acabe. Estamos aquí para reflexionar. Y seguiremos hasta que se atiendan nuestras exigencias”.
Las “exigencias” de los acampados están colgadas en la web acampadabcn.org. Incluyen cinco grandes demandas: “no más privilegios para políticos, empezando por Barcelona”, “no más privilegios para banqueros y banqueras”, “no más privilegios para grandes fortunas”, “sueldos dignos y calidad de vida para todo el mundo” y “derecho a la vivienda”.
En el detalle, los indignados quieren, entre otras cosas, un recorte drástico del sueldo de los políticos, la prohibición de las pensiones superiores a la media y de los rescates a la banca, la devolución inmediata de los fondos públicos a instituciones financieras, el aumento del tipo impositivo para las grandes fortunas, la no eliminación del impuesto de sucesiones, el establecimiento de un máximo y un mínimo salarial (ya existe), la expropiación de las viviendas vacías de todas las grandes ciudades, que se dejen de realizar deshaucios, la donación de la vivienda para cancelar las hipotecas o que se prohiba la especulación inmobiliaria.
A la vista de estas demandas de la postura de los indignados, los interrogantes, cuando no el escepticismo, sobre el futuro de la acampada crecen. ¿Cuándo y cómo acabará?
Visto desde la distancia, parece que la negativa a fijar una fecha de finalización va en contra de sus intereses, al menos mientras mantengan los planteamientos actuales. Leyendo su larga lista de reivindicaciones, uno no puede evitar preguntarse si son conscientes de que no conseguirán todo lo que quieren. Si se retirasen el 22M podrían hacerlo como triunfadores. Al fin y al cabo, ya han ganado. Han despertado consciencias, han conseguido que muchas personas modifiquen la imagen que tenían de la juventud y durante varios días han desbancado a los políticos de las primeras páginas de los diarios.
¿Qué quedará cuando mañana, pasado o el otro los indignados levanten el campamento y regresen a sus casas? ¿Qué será de todos sus sueños e ideales? Por lo pronto, las palomas de la plaza de Catalunya recuperarán su hábitat natural. Y puede que en el centro sobreviva una semilla que acabe germinando en mejoras tangibles para el conjunto de la sociedad. Solo por eso muchos ciudadanos pensarían que habría valido la pena la movilización.

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